Roman Abramovich ha demostrado sobradamente tener la mano
ligera a la hora de destituir técnicos. El ruso no quiere que su
multimillonario proyecto vaya a la deriva ni que sean unos meses. Da igual el
nombre que tengas, el salario que te deba o que hace seis meses hayas culminado
el sueño de ganar la Champions. Si Abramovich ve el mínimo signo de debilidad,
te abre la puerta.
Roberto Di Matteo cogió un Chelsea tocado a principios de
2012 tras el paso de Villas-Boas. Parecía evidente que su contratación era algo
temporal, acabar la temporada y dejar el banquillo a alguien más experto y
preparado para dirigir un equipo en fase de cambio. No sabemos si cuando Abramovich le dio el cargo esperaba algún
resultado, puesto que las condiciones no eran las mejores, con el equipo
jugando mal y lejos de los puestos de cabeza en la Premier. Pero Di Matteo
asumió su cargo con la máxima predisposición, y recondujo a un equipo que
parecía vagar sin rumbo y destinado al descalabro.
Si bien el fútbol de los blues no se caracterizó por ser
precisamente atractivo, si que demostró ser eficaz, dar rendimiento. Los pesos
pesados del vestuario retomaron la importancia en el césped que les había
quitado Villas-Boas. Probablemente más por el orgullo que por la calidad de su
juego, el Chelsea acabó en un digno sexto puesto en la Premier y para sorpresa
de todos, ganó la Champions League.
Tras años de inversión Abramovich vio su sueño cumplido, a
su equipo en la cima del fútbol europeo. Di Matteo le ofreció rendimiento, lo
que hace buena cualquier inversión. Y como buena que fue, aquel entrenador que
parecía estar de paso acabó ampliando su contrato. Por desgracia para él, no
todos los días son fiesta, y esta temporada con un equipo en plena etapa de
renovación las cosas no funcionaban. Si bien empezó la Premier como un tiro,
todo fue un espejismo. Con la llegada de los partidos difíciles el Chelsea
empezó a caer, y la derrota en Turín esta semana les deja virtualmente fuera de
la Champions. Adiós, Roberto.
Parece oportunista decir ahora que Abramovich se equivocó
renovando al italiano, que debería haber seguido el plan establecido y apostar
por un técnico experto para esta campaña. Ahora ya es tarde para reparar el
error, al menos en parte, porque mantenerse con vida en la máxima competición
europea es casi imposible. Y en cierto modo el ruso ha tenido suerte de poder
contratar a Rafa Benítez a estas alturas de temporada, un técnico que ya conoce la Premier (principal
objetivo blue si caen en Champions) y con experiencia para devolver la calma a
un vestuario convulso.
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