jueves, 11 de octubre de 2012

El que bailaba con el balón


Hoy nos rendimos ante la trayectoria de un maestro del balompié: Yazid Zinedine Zidane. Hijo de emigrantes argelinos y de origen muy humilde, creció con cuatro hermanos más en un suburbio marsellés. Siendo muy joven, su padre le llevó a ver al Marsella, donde pudo ver en directo al que sería siempre su ídolo: 'El príncipe' Enzo Francescoli, y se enamoró del fútbol. Abandonó a los 15 años a su familia para fichar por el Cannes, y empezó su progresión imparable hasta la cima: Cannes, Bourdeaux, Juventus y finalmente Real Madrid. Siempre desde la mediapunta, aunque en algunas ocasiones, especialmente en el Real Madrid, más escorado a la banda pero con total libertad de movimientos.

A lo largo de todos sus años como jugador, 'Zizou' se distinguió ampliamente del resto de jugadores de su generación por poseer una técnica tan exquisita como efectiva. Cuando uno le veía jugar, amase al equipo que amase, tenía que dejar de hacer cualquier cosa y observar la lección balompédica que se avecinaba. Controles depuradísimos y perfectamente orientados siempre hacia el lado opuesto al del rival, el balón pegadito a la bota derecha (o a la izquierda, pues ni su pierna mala era mala) y sin querer separarse, pues lo mimaba como a un amigo; más que golpearlo, daba la sensación de que Zidane bailaba con el balón, lo mimaba, lo quería. Disponía además de un pase magistral unido a una visión que siempre le situaba dos segundos por delante de los demás, lo que le llevaba a ver huecos y a hilar las jugadas con la precisión de un orfebre. Poseía un tiro a puerta potente y preciso (todos recuerdan el golazo de la final de Champions), y un muy buen balón parado. Jamás destacó por ser rápido en carrera, pero es que nunca lo necesitó; cualquiera que viese jugar al Marqués de la Hierba, comprobaba cómo su mente iba el doble de rápido que su cuerpo, y cómo el tiempo parecía congelarse cuando el esférico pasaba por sus pies, siempre al trote porque era él quien marcaba el ritmo al que se jugaba un partido.

Todas estas cualidades le valieron muchos títulos colectivos, y también un balón de oro que le acreditó como mejor jugador del mundo, aunque un servidor opina, a título personal, que sólo un balón de oro es insuficiente. Así como llegaron los títulos, no puede esperarse que a un futbolista tan excelso no le llueva una cantidad ingente de patadas, codazos, escupitajos y agarrones. Era entonces, llegado el límite de la capacidad de aguante del astro de Marsella, siempre tímido, comedido, correcto y caballero, cuando se transformaba en Mr. Hyde. Todos los amantes del deporte rey recuerdan y lamentan las acciones que se derivaban de su temperamento: feos codazos, patadas a destiempo y con alevosía, y cómo olvidarse de la mayor lacra en la carrera del marqués, el famoso cabezazo en el pecho a Marco Materazzi en la final de Alemania 2006, que perdería su selección gala (en gran parte por haberse autoexpulsado y dejado al equipo con uno menos en el momento crucial).

Así era como jugador Zinedine Zidane, lo más parecido a una ópera de Mozart que se ha visto en un rectángulo de juego.

Palmarés
- 2 Scudetto, 1 Supercopa de Italia, 1 Liga española, 2 Supercopas de España, 2 Supercopas de Europa,  2 Intercontinentales, 1 Liga de Campeones, 1 Mundial y 1 Eurocopa. Además, 1 balón de oro, 2 de plata y 2 de bronce.

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